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EXPERIENCIAS PERSONALES

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Toda una vida

Agustina cuenta cómo fue su vida y cómo es ahora

Agustina vive sola y sus hijos viven cada uno en su casa. Aunque es ciega, tiene una vivienda en propiedad, y es autónoma en la medida de sus posibilidades. En la actualidad piensa que hoy se vive muy bien. «Esto es como el cielo».

«Mis primeros recuerdos son de cuando yo tenía cinco o seis años. Corría el año 1937. En esa época había muy pocos colegios y para recibir un mínimo de formación la mayoría de los niños asistíamos a las denominadas “migas”. Las clases las impartía una señora que no era maestra en una casa particular. Había que llevar las sillas de casa y no había pupitres. Recuerdo que era un primer piso de una vivienda y en la planta baja había un depósito de un almacén. El suelo era de madera con agujeros y los niños jugaban a introducir por ellos una cuerda a la que ataban un trozo de pan en su extremo para que las ratas lo mordieran.

En las casas no había ni agua ni luz corriente. Solía haber un pozo de donde sacaban el agua. El agua no era potable y había que ir a una fuente pública para poder beberla. Cuando el pozo de la casa se secaba, por ejemplo en verano, había que traer el agua hasta para limpiar. Como tampoco llegaba la luz eléctrica, había que alumbrarse con mariposas o reverberos.

Los fines de semana no eran como ahora. No había muchas actividades de ocio y diversión. Solo en verano, los cuatro domingos de agosto, algunos padres llevaban a sus hijos a tomar un helado a la Calzada.

En aquella época no había coches, solo había un taxi en el pueblo. La gente se movían en borricos  y mulas, no había dinero ni para bicicletas.

Había mucha escasez de ropa y la poca que había decente estaba en la casa de empeños. Era un lugar donde se entregaba la ropa y se pagaba a un precio tasado. Daban un recibo y a los seis meses, si no se renovaba la prenda, se perdía.

Es sorprendente ver la vida de ahora, ver como los hombres respetan a sus mujeres, éstas trabajan y son independientes. Antes se dependía del sueldo del marido para poder vivir.

Hoy en día las mujeres tienen muy pocos hijos, a lo sumo dos o tres y eso está muy bien, no se les puede criar bien cuando son muchos.  Además van a la peluquería, se cuidan la cara y las manos. Eso antes era impensable.  Sin embargo, los niños tienen demasiadas cosas y no las valoran. Antes sólo se tenía un muñeco de pasta o de cartón y con eso tenías que jugar».

 

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