EXPERIENCIAS PERSONALES
El rescate del Cristo de la Vera-Cruz durante la Segunda República
Una usuaria de la Residencia de San Juan de Dios comparte la experiencia de su tío en 1931
Una mañana de verano, mientras una de las residentes de la Residencia de San Juan de Dios realizaba manualidades y actividades sobre el día internacional del alzheimer, relató a sus compañeros una historia en la que su tío juega un papel principal, ya que salvó la quema del Cristo de la Vera-Cruz en Cádiz.
Poco tiempo después de proclamarse la Segunda República en España, allá por mayo de 1931, se produjo una oleada de quema de iglesias e instituciones católicas en el país, las cuales fueron destruidas con todo lo que había en su interior. Cádiz no se salvó de estos incidentes y muchas de sus iglesias fueron quemadas. Una de las iglesias que más sufrió estos hechos fue el convento de San Francisco, en cuyo interior se encontraba repleto de frailes que tenían enormes dificultades para ponerse a salvo. En ese momento, el principal temor de los frailes era proteger el Santísimo Sacramento, cosa que pudieron lograr escondiéndolo en una finca cercana.
Por otra parte, un vecino de Cádiz, tío de la residente, que paseaba aquella noche por los alrededores de los hechos, no dudó en ayudar en todo lo que fuera posible. Cuando entró en el convento observó que todo estaba destruido (imágenes, altares, naves), o casi todo más bien. A pesar de que la capilla de la Vera-Cruz se encontraba devastaba, el Cristo seguía subido en el altar casi intacto, teniendo daños únicamente en las piernas. Con la ayuda de más vecinos de la capital, lo bajaron del altar y lo trasladaron hacia la casa donde residía, ubicada en la plaza de San Antonio. Durante varias semanas estuvo salvaguardado hasta que pudieron, por fin, devolverlo hacía su capilla.
Años después, en 1936, volvieron a sucederse los mismos hechos, pero en escenarios distintos. Esta vez fue el convento de Santa María el que fue atacado y quemado. Muchas de las imágenes que se encontraban en su interior fueron destruidas, entre ellas la Virgen de los Dolores. Pero gracias, una vez más, a los vecinos del barrio, lograron salvar parte del Cristo del Nazareno, en concreto su cabeza y sus manos, escondiéndolo en una casa de la calle Botica.