EXPERIENCIAS PERSONALES
El significado de la palabra aprender
“Un soneto me manda hacer Violante, / y nunca me he visto en tanto aprieto…”
Algo así me ocurre desde que Elo, nuestra querida psicóloga, me sugirió que escribiera una de mis habituales chorradas sobre lo que entiendo por “aprender”. Aunque me temo que no tendrá el mismo final feliz del soneto de Lope.
Vaya por delante que no tengo ninguna formación en temas como éste, más algunas lecturas dispersas, por lo que sólo podré dar alguna de mi impresión, seguramente errónea.
En primer lugar me pregunto qué es aprender. No lo sé a ciencia cierta y aún no encontré una respuesta satisfactoria (como tampoco la encontré cuando busqué una definición de inteligencia) aunque debe ser algo así como adquirir nuevos conocimientos, mejores actitudes y adecuar comportamientos.
Como ejemplo, recuerdo muy bien la admiración y multitud de interrogantes que me asaltaron cuando vi, al microscopio y por primera vez, cromosomas vivos en células de piel de cebolla. Para pensar y, como consecuencia, aprender, a ver si pudiese llegar a saber qué era lo que tenía delante de los ojos.
Podría decir que, para mí, aprender significa transgredir y para ello me valgo de dos fecundos conceptos griegos: la doxa y el episteme, entendiendo el primero como el conocimiento infundado, dogmático, “porque lo dijo aquél”, contrariamente al conocimiento sólidamente construido, basado en premisas, en conocimientos anteriores o en el mismo razonamiento.
Aprender significa también, y tremendamente importante, adquirir la capacidad de razonar y de tomar conciencia de la propia capacidad de razonamiento. Sin olvidar que aprender implica descubrimiento y fascinación por el inabarcable conocimiento humano.
Hace unos días leí algo de un divulgador científico, Adrián Paenza, comentando la capacidad y productividad de los ordenadores a propósito de la aparición, el mes de mayo pasado, de un programa que ganó cinco partidas consecutivas al campeón mundial de Go (juego de mesa ampliamente difundido en Oriente, mucho más complicado que nuestro ajedrez). Decía Paenza que un ordenador, por mágico que parezca, cuando se lo desenchufa no es más que un montón de chatarra. Los ordenadores no han llegado a la Tierra en un meteorito sino que son creación humana debida a un aprendizaje previo. Como también lo son las vacunas, la práctica sanitaria, las matemáticas, las artes, la filosofía y muchísimo más. Hemos avanzado, desde que nos tirábamos piedras unos a otros, hasta hoy, gracias a que muchos, antes que nosotros, aprendieron. Sabemos que el progreso de la humanidad no ha transcurrido a un ritmo uniforme. Al contrario, su desenvolvimiento ha seguido un patrón caprichoso de adelantamientos y retrocesos.. Pero es indudable que la humanidad seguirá ese camino esperanzador.
Aun así, dejando de lado el deslumbramiento por los conocimientos adquiridos por la especie, lo que sí creo es que nunca podré dejar de aprender aunque también sé que, indefectiblemente, llegaré a la convicción socratiana: “Sólo sé que no sé nada”.
Autor: Jorge