EXPERIENCIAS PERSONALES
Un gran cambio en mi vida
Cambié mi ciudad y mi vida por estar cerca de mi familia y acabar con la soledad
Me llamo Teresa, tengo 87 años y soy de Alcañiz, en el Bajo Aragón. Y como dice la Jota:
En las costeras de un cerro
a orillas del Guadalupe
es Alcañiz una joya
que lleva Teruel al pecho.
He trabajado como encargada en un taller de confección y mi marido era transportista. Con el trabajo de los dos, mis dos hijos estudiaron en la Universidad de Zaragoza. Hoy mi hijo es psiquiatra en Barcelona y mi hija es profesora en El Puerto de Santa María.
Yo llevaba dos años jubilada cuando murió de un infarto mi marido. Me quedé muy sola, era aún joven (64 años) y no me acostumbraba a esa soledad.
Cuando pasaron unos años seguía sintiéndome igual de sola y me daba miedo ponerme enferma sin nadie a mi lado, mis hijos tardarían horas en llegar ante cualquier situación. Le pedí a mi hija que buscara una residencia en el Puerto para estar a su lado.
Ella me decía que aún era joven, que buscase un apartamento cerca de su casa, pero yo quería dejar las comidas a solas y cerrar las puertas de un piso y seguir sola.
A través de una compañera del instituto que tenía aquí a su madre, conoció la residencia de las Hermanitas de los pobres.
Mi hija llamó y un verano cuando estaba pasando unos días aquí, visitábamos la residencia acompañadas por la anterior madre sor Inés. Me encantaron las instalaciones: las habitaciones, la capilla, los jardines… Nos fuimos decididas a que el próximo verano volvería y me convertiría en una nueva residente. Ese invierno estuve mejor: pensaba en que era el último año de estar sola.
Llegó el verano; hice un gran equipaje, cerré mi casa sin ninguna pena y me viene al Puerto. Pasé los días de prueba mientras iba acondicionando mi habitación y me instalé definitivamente.
Desde entonces han pasado mas de 3 años que se me han pasado volando. Tengo independencia e intimidad en una habitación donde hago encaje de bolillos, mi mayor afición, y vivo acompañada. Veo mucho a mi hija, estoy perfectamente atendida por las hermanitas y las empleadas. Algunas compañeras se han convertido en amigas, casi familia. Como Milagros, que me ha acompañado en las comidas desde mis primeros días de prueba.
También he sufrido alguna pérdida, como mi querida Pepita, pero pienso que desde el cielo nos sigue acompañando en las comidas.
Como veis sólo tengo buenas palabras para mi estancia en la residencia y me siento mucho mejor desde que estoy aquí excepto por una cuestión: cuando toda mi familia temía como llevaría el tema de las comidas por lo tiquismiquis que soy, desde que he llegado he engordado algún kilito, ¡Qué se le va hacer!